Una matriz binaria da origen a un proceso que establece ciertas recurrencias estables, las cuales, a medida que se desarrolla la obra, se van haciendo cada vez más inestables y complejas.
Un posible aporte sería mencionar que los tres volúmenes iniciales, de los 9 que conforman la obra, desarrollan el mapa genético de Horizon-zontis, los cuales potencialmente contienen toda la información que luego se desarrollará.
Existe un signo gráfico pensado como “campo de fluctuaciones” es donde las estabilidades binarias se resignifican. Por supuesto éste signo se encuentra por primera vez en el mapa genético de la obra pero en el volumen central supera una dimensión crítica y desde ese momento se establece una nueva lógica de complejidades, manifestada, entre otras cosas, por el surgimiento de múltiples planos plegados y superpuestos que, con alguna aproximación al mundo óptico, generan en el espectador percepciones de movimiento aportando de ese modo una lectura física de la inestabilidad.
El sonido está diseñado por 4 filtros, cada uno de ellos conformado por una compleja trama que, al igual que la imagen, complejizan una secuencia inicial. Los filtros poseen distintas duraciones y un sistema de temporizadores controla a cada uno de ellos alternando de forma aleatoria la superposición de los mismos oscilando entre lo que podríamos llamar “complejidades sonoras mínimas” y “complejidades sonoras máximas” siendo éstas las que superan la dimensión crítica.
Como síntesis se puede decir que la obra está concebida como un proceso evolutivo hacia el desorden. Fluctuaciones e inestabilidades van conformando, paso a paso, “lo estructural” del proceso.